Desde primeras horas aguardaban nerviosos media docena de descendientes de las mujeres. Iban a poner fin a una década de lucha por la memoria de sus abuelos y a dar luz a una historia desgarradora. María José Domínguez, que es nieta de Manuela Hernández, una de las asesinadas, a fuerza de repetirla, ha aprendido a resumirla: "Era el año 1937 y las mujeres, esposas de sindicalistas y de miembros o simpatizantes de formaciones de izquierda, llevaban un mes encarceladas, sufriendo todo tipo de vejaciones y malos tratos. Un día, las llevaron a..."
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