Si alguien creía aún que la costumbre de atragantarse con 12 uvas al son de las campanadas era algo que se remontaba al comienzo de los siglos, un hábito heredado de algún personaje bíblico o consignado en el pálido papel de un manuscrito azteca, tal vez quiera saber que hay pocas tradiciones tan comerciales, o, al menos, tan arraigadas en la que probablemente es la ley básica del capitalismo moderno
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