Escribía hoy unos tweets contra la publicidad, disciplina a la que me dedico. El caso es que un ex jefe al que respeto profundamente me ha escrito un mensaje para decirme: si no respetas el sector al que te dedicas, no te respetas a ti mismo. Qué inmensa gilipollez.
¿Qué tipo de persona inmoral podría defender la publicidad? El mundo sería mucho mejor sin publicistas. Es la ciencia de la mentira. A mí se me da moderadamente bien a veces y me da de comer y me divierte. Me gusta mi trabajo, no preciso llenarlo de dignidad. No necesito engañarme a mí mismo para dar sentido a mi vida. Las personas se definen por sus fines, no por sus medios.
El trabajo no dignifica, esa es una retórica profundamente capitalista sobre la que se sustenta el clasismo y la obediencia que se nos enseña desde pequeños. Hay médicos en urgencias salvando vidas que son auténticos ángeles de personas y médicos en urgencias salvando vidas que dan putísimo asco. Y lo mismo puede aplicarse a taxistas, monjas o arquitectos.
No necesito respetar mi trabajo para respetarme a mí mismo porque mi trabajo es solo un instrumento que me permite ser lo que soy. Pobres de aquellos idiotas que se definan a través de aquella actividad que dejarían sin dudar si les tocase la lotería. Salvando a los verdaderos trabajadores vocacionales que son una extraña minoría, pobres de aquellos que convierten una obligación para sobrevivir en un estatus social, moral y cultural. Qué mentira tan absurda y tan infantil para poder dormir tranquilos por las noches.
Venimos a este mundo a ser felices, no a trabajar.El progreso debería ser eso y no otra cosa. El siglo XIX acabó hace más de 100 años, aunque aún sigamos con la misma jornada laboral. Despertemos, joder, la vida tiene que ser algo más que esperar desesperadamente a que llegue el viernes.