El motivo es obvio: el déficit público sube, de forma automática y necesaria, cada vez que hay una recesión. El estado recauda menos dinero, el gasto público en prestaciones de desempleo y servicios sociales aumenta, y las cuentas públicas se meten en negativo. Es un estabilizador automático de la demanda: la clase de gasto público que ayuda a quien menos tiene y contribuye a suavizar recesiones. Si limitamos el déficit constitucionalmente, esto se va al carajo.
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