No recuerdo quién dijo que la política debe tener algo porque muchos quieren entrar en ella y los que están no quieren salir y aunque las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recuperarse (Francisco Pi y Margall), muchos recurren al noble arte del transfuguismo - lo que toda la vida hemos llamado chaqueteros - para conservar la poltrona. Le Diable Boiteux (el Diablo Cojo), como le llamaban sus enemigos, se subió a un coche oficial en 1789 y no se bajó hasta 1834.
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