Amantes del turbo-neoliberalismo, alegraos: un trato de libre mercado entre EE.UU. y la Unión Europea (25% de las exportaciones globales, 31% de las importaciones globales, 57% de las inversiones extranjeras), en el cual los bienes y servicios (pero no la gente) circularán “libremente”, lo que en teoría sacará a Europa de su actual “mieditis”. El problema es que para llegar a ese mundo feliz presidido por el “Dios Mercado”, Europa tendrá que renunciar a algunas de sus complejas normas jurídicas, ecológicas, culturales y sanitarias.
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