Como continuación de la última entrada voy a contaros una de tantas situaciones ridículas y estúpidas por las que he pasado en mi impresentable trayectoria profesional y que aún me deja la boca amarga y la cara de tonto. (...) Esta vez me llamó un matrimonio y quedamos en un bar-restaurante al lado de la parcela que habían comprado y en la que se querían construir una casa. Me invitaron a la cerveza que me tomé mientras él sacaba con amor unos papeles, los ponía sobre la mesa y me los explicaba.
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