Por un lado, parece lógico que el dueño del cortijo tenga la llave que abre las puertas de todas sus habitaciones. De lo contrario, si algo sucede, ¿quién velará por la seguridad de los residentes? Por el otro, es fácil que se levanten suspicacias. Si tiene acceso, ¿quién me asegura que no ha entrado? En el caso de Facebook, estamos ante la enésima sospecha de que la privacidad y la intimidad de las personas están en entredicho.
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