Antes vendían sotanas bordadas en oro y zapatos especiales para los cardenales que querían imitar a Benedicto XVI. En cambio, con Francisco llegó la austeridad. Y no hay clientes. En las vidrieras, hasta hace unos meses, estaban expuestos sotanas bordadas a mano y crucifijos en metales preciosos para obispos y cardenales. Pero la austeridad es franciscana y desaparecieron el oro y el terciopelo.
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