Hubo un tiempo en el que todo el mundo veía los mismos programas de televisión, y así, durante trece semanas de 1978, la dinastía Julio-Claudia devino protagonista habitual de las conversaciones de café en España. No es que los espectadores no estuvieran familiarizados con los antiguos romanos (al fin y al cabo los años de apogeo del peplum no quedaban tan lejos en el tiempo), pero la emisión de Yo, Claudio por la entonces llamada primera cadena de RTVE resultó chocante en muchos aspectos.
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