2015 en el siglo XX era "el futuro". Pero no era un futuro cualquiera, era ºoO el futuro Ooº, era una moza de pelo azul con leotardos blancos y botas plateadas que frente a un disco que levitaba platicaba sobre Rayos-C con una estación científica en el planeta Marte. Nuestro 2015, en cambio, es una choni marujeando en el whatsapp sobre cosas chungas que sacan en el programa de Jorge Javier Vázquez. ¿Quien podía haber imaginado que el presente de ºoO el futuro Ooº de la televisión iba a ser Mariló Montero, o peor, que el futuro de ºoO el futuro Ooº sería Bertin Osborne?.
Puede que una causa de que estemos atrapados en esta distopía digna de la película más sórdida de la saga de "Torrente" haya que buscarla en la última década del siglo XX, el momento en el que perdimos definitivamente ºoO el futuro Ooº. En las democracias liberales la Historia llegó a su fin a principios de los años noventa con la caída del régimen soviético, lo que ocasionó que durante esa década y bien entrado el siglo veintiuno la televisión pública atravesara un largo páramo de pusilanimidad intelectual que sólo fue sembrado con programas de Sanchez Dragó y documentales de leones en los que se relataba de forma recurrente el eterno ciclo de la vida de los bichos. Una y otra vez se exponían al público sus aventuras más llamativas, como el nacimiento, cazar a la gacela, follar, morirse, el nacimiento, cazar la gacela, follar, etc.
En 1996 apareció Redes, un programa de divulgación, que venía a complementar el soporífero ciclo de la vida en la selva con entretenidas noticias de hype tecnológico y entrevistas a científicos y a trastornados. En cada entrevista el presentador, desde un enfoque holístico, relacionaba la física cuántica, la felicidad y el comportamiento de las zarigüeyas independientemente del tema y la especialidad del entrevistado, así hasta acabar anunciando pan de molde. Pero sólo un año después de que surgiera Redes, y como para compensar el gran empeño que los gestores de la tele habían puesto en la divulgación de la ciencia, otro canal público dejó caer el equivalente del meteorito de Chixchulub en la telesfera. En 1997 la televisión autonómica valenciana esparció por la península, y más allá, la mejor telebasura realizada hasta entonces. Se trataba de un programa de entrevistas a personajes de la farándula, donde un grupo de estudiosos reunidos entorno a un presentador preguntaban a los invitados y comentaban su situación y sus particularidades.
El invento se llamó "Tómbola" y fue el Chernóbil de la televisión, porque sobrepasó fronteras, alcanzó a otras teles autonómicas y sus residuos aun durarán muchos años. Frente a la bestía que habían parido los ingenios de la televisión valenciana los antiguos espacios de teletetas aparecían como inocentes creaciones de cartón piedra, pronto se extinguirían barridos del mapa por clones del nuevo programa producidos por los canales privados. Con el tiempo el canal autonómico se fue a pique, no porque cayera sobre sus estudios el martillo de un dios justiciero, sino arruinado por el despilfarro y la mala gestión. Si ahora vivimos en el oscuro futuro alternativo que aparece en "Regreso al futuro II" con miseria a mansalva y robocops atizando perroflautas al caloret de los acontecimientos mientras los emulos de Biff Tannen desperdigan por paraísos fiscales las mordidas de las pistas para coches, las plazas de toros y los parques temáticos que se afanaron por construir, es gracias al modelo de sociedad que cocinamos en los años noventa con la ayuda de la televisión, y cuya representación platónica ideal la podemos encontrar entre las ruinas y los escombros de la comunidad valenciana.
Los documentales de leones de los noventa venían muy bien a la cosmovisión del gobierno, ya que hablaban de la vida en la selva, no transmitían ideas innovadoras así que no levantaban grandes debates entre el público, y sobre todo nos enseñaban el ciclo recurrente de la muerte y renacer de lo mismo ¿Y la evolución? esa sigue en los libros, a salvo de la atención de los españoles. Todo esto convenía al futuro plano y estático que se avecinaba. Así que desde los años noventa ese futuro puede estar más o menos estropeado, pero siempre es el mismo. 2015 es el mundo tal y como era a finales del siglo veinte, aunque ahora sólo exista como parte de una simulación interactiva neural llamada liberalismo tecnocrático. Es tan obvio, que casi no se ve, pero sólo hay que buscar imágenes de alguna popular serie noventera, como Friends. Si no supiéramos nada sobre ella nos resultaría complicado ubicarla en el tiempo sin oír dentro del capítulo algún éxito pop o localizar en algún sitio de la escena el correspondiente modelo de teléfono. Después de todo si que hubo efecto 2000 ¡consistió en resetearnos para siempre en 1999!
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