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Tatuajes

Cuando éramos más pequeños, esto de los tatuajes nos sonaba a tres cosas: primero, a marineros del extranjero, rubios como la cerveza, de aspecto como el de la copla y el que gastan en la película “Querelle”, a ciudades con puerto de mar y bares de madera, con capitanes intrépidos que, entre caza y caza de calamares gigantes, recalaban en la tienda del tatuador malencarado correspondiente y, además de tener en cada uno una mujer distinta, iban y se hacían un tatuaje de la Isla del Diablo en el antebrazo, ya repleto de dibujos de anclas....

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