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Tarde, muy tarde

Una tarde de domingo de febrero de hace dos años, Francisco Camps confesaba a su interlocutor que se moriría de vergüenza y sería incapaz de salir a la calle si se llegaba a publicar una información en la que se contaba que había recibido unos trajes en forma de regalo. Nervioso como estaba, llegó a afirmar que si lo que se pretendía con esa noticia, que no dudó en calificar de “falsa”, era su dimisión, él dejaba la presidencia de la Generalitat.

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