El estatus del grupo ha generado una paradoja similar a la del gato de Schrödinger: a todo el mundo le gusta Coldplay y, a la vez, todo el mundo odia Coldplay. No siempre fue así. A principios de los 2000, el nu metal de Linkin Park y Limp Bizkit se postulaba como heredero del grunge en Estados Unidos, mientras que en Reino Unido Coldplay y Travis proponían una evolución melancólica del Britpop cuyo mensaje venía a ser “estoy sufriendo pero al menos se me permite sentir que estoy vivo”. ‘
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