En el paladar del ciudadano, Suiza sabe a muchas cosas. Sabe a chocolate, claro. Sabe a neutralidad eterna. Sabe a que uno no termina de tener muy claro si está o no políticamente en Europa. Y sabe, cómo no, a dinero y secretismo contable. Pero Suiza es, ante todo, un país peculiar y muy diferente a todo lo que le rodea, una especie de isla política en el corazón de Europa, con cosas muy buenas… y otras aberrantes...
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