Ni media hora de retraso ni un sonido de calidad más que cuestionable hicieron mella en Bruce Springsteen, que salió al Santiago Bernabéu dispuesto a comerse el escenario. Lo hizo a bocados, sin apenas pausas, a través de grandes éxitos, rarezas y complicidades con el entregado público madrileño, unas 60.000 personas que llenaron el estadio.
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