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¿Soy un proxeneta?

Una vez estuve en San Diego. Tras conducir casi una hora hacia las afueras apareció ante mí una nave industrial medio destartalada, pero con un disuasoriocontrol de accesos. Descendí de mi viejo Mercury, me sacudí el polvo y pulsé el botón del intercomunicador. El letrero decía “Abyss Creations”.

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