Ayer fue un día grande para la primavera árabe: Túnez celebraba las primeras elecciones tras la huida del presidente Ben Ali y Libia declaraba su liberación tras la muerte del coronel Gadafi y la caída de Sirte. Los dos países fueron una fiesta. Entonces ocurrió algo. El presidente del gobierno de transición libio, Mustafa Abdul Jalil, en su discurso, dijo que Libia sería “un estado islámico”. La especulación y el temor se dispararon sobre la nueva Libia. Pero es menos grave de lo que parece.
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