Nada parece recordar que hace cuatro años una serie de explosiones en la petroquímica estatal de Jilin, 380 kilómetros río arriba, arrojaron al Songhua más de 100 toneladas de benceno, poniendo en riesgo la salud de millones de personas. Las autoridades tardaron diez días en reconocer oficialmente la catástrofe. Cuando empezaron las tareas de evacuación, la mancha de benceno había alcanzado Harbin y se expandía por el río Songhua, que era la principal fuente de agua potable de decenas de ciudades que se extienden río arriba, hasta Rusia.
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