¿Qué ha pasado para que hoy nadie se ruborice por oír o decir gilipollas, hostia o coño delante de sus compañeros de trabajo o mientras ve la tele en familia? ¿O para que por internet circulen manuales de los tacos más usados por los españoles que un extranjero no ha de interpretar como insulto sino como un recurso expresivo? Porque palabrotas, insultos y groserías existen en todos los idiomas,pero el uso generalizado que se hace de ellos en España, y aún más su empleo con intención cariñosa o admirativa, parece que es una singularidad nacional
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