A mí los nacionalismos siempre me han olido a queso rancio. El españolismo que huele a pies reivindicando un amor patrio de castañuelas y pandereta, un olor a pies que quiere reconvertirse en constitucionalista cuando ni siquiera votó a favor de la Constitución. Y un nacionalismo provinciano que reivindica fronteras con olor a calcetín viejo en donde no las hay desde hace cuatrocientos años. ¿Son diferentes? NO. Son lo mismo. Los mismos argumentos de catetos.
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