Mariano Rajoy lleva una semana desayunando con periodistas afines en La Moncloa. Con un partido diezmado, las baronías populares revueltas, sus aliados parlamentarios a la fuga y una clase empresarial en deserción, el presidente del Gobierno se siente cada vez más solo. Pide árnica. “El euro peligra. Hemos retrocedido respecto a la cumbre y tenemos que apechugar.
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