Ni familia, ni compañeros de partido ni amigos. Jaume Matas está más solo que nunca. Los que antes agachaban la cabeza y obedecían sin rechistar sus 'hágases' huyen ahora despavoridos ante su sola presencia. Ni están ni se les espera. La misma estampa se repite cada mañana a las puertas del juzgado. Acude solo, acompañado únicamente por su abogado y recorre los escasos 20 metros que separan su coche del edificio entre abucheos y gritos de "chorizo", "ladrón", o "devuelve el dinero". Así cada día.
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