La vida es como una pechuga de pollo: lustrosa y brillante por fuera, pero que a veces termina haciendo bola por dentro. Por eso la ironías del destino siempre tienen nombre y apellido. Como los de Linda Bernard, una mujer británica cuya vida estuvo en el filo de la navaja después de tres intentos de acabar con ella, dos por sobredosis de fármacos y una tercera ocasión por intentar directamente ahorcarse.
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