Vengo de leer una noticia en la que se dice que el supremo exonera a un mando militar por llamar negro a un soldado. Con independencia de que sospeche, que lo sospecho, que todo gira en torno a algún problema que no aparece en el proceso y que esto es un simple pretexto para saldar otras cuentas, me gustaría contaros una experiencia de hace unos veinte años.
Me tocaba dar un curso a un grupo de unas veinte personas y dije yo, el primer día, cuando aún no me sabía el nombre de nadie: "la de las gafas, el negro y el chico de la camiseta roja, hacéis esto juntos"
Y me miraron todos fatal menos el negro, que era un tío normal y entendía que, sin saberme los nombres, ese era su rasgo más distintivo.
Alguien con quien tenía más confianza me dijo a la salida de clase que aquello había estado mal. Me encogí de hombros, esperé unos días, y luego, en un descanso para el café, le pregunté directamente al afectado. Oye mira, que me dicen que estuvo mal como me dirigí a ti el otro día... Es que si dices el tío del polo verde suena forzado. Porque lo obvio es que soy negro, me respondió él.
Y creo que tiene toda la razón, porque lo contrario sería presuponer que ser negro es malo. No puedes decirle a un tío: "a ver, el cojo, que venga". Porque ser cojo sí es malo. Nadie lo elegiría si tuviese la opción. ¿Pero ser negro?
Por todo esto, creo yo que existe una industria de la ofensa. Que sentirse ofendido se ha convertido en un activo social y que, por ese camino, lo único que se consigue es alejarse de la normalización y aumentar los automatismos: todas esas frases que decimos para no comunicarnos.
Al final, crear Cylons es eso...