Realidad modificada. Pulsión por la imagen. Falta de análisis. Si a esto sumamos que la sociedad nos obliga a tomar siempre alguna posición, cartón lleno. Hay que saberlo todo, opinar de todo, emitir veredicto para no parecer idiota. Ni se te ocurra responder “no sé”. Aunque estés en una discusión espuria en la cola de la panadería, o en la Audiencia Nacional, o en el aula magna de alguna universidad, o bien en un debate político en prime time, siempre algo deberás decir. Callar es una obscenidad, una falta de criterio, una gilipollez.
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