Con la excusa, demostradamente falaz, de mejorar la productividad de las empresas, las condiciones de trabajo de los trabajadores se van deteriorando paulatinamente. Un ejemplo de este empeoramiento se encuentra en la sustitución de las jornadas intensivas por jornadas partidas que atan al empleado a su lugar de trabajo por más horas al día convirtiendo en real el tópico de vivir para trabajar.
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