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Sin noticias de Dios

Espero que el aluvión de textos que ha propiciado el bicentenario del nacimiento de Darwin no hastíe a los lectores hasta hacerles pensar que este hombre es un tostón. Aunque, en lo personal, puede que sí fuera un poco pelmazo. Un tipo meticuloso, lento, ensimismado; un hombre demasiado deseoso de agradar a todo el mundo y para quien la respetabilidad social era un valor esencial. Pero dentro de esa carcasa de pacata y conservadora probidad, como una perla dentro de su ostra, había una inteligencia colosal que jamás se rendía...

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