La Guerra (por el) Mundial está amenazando a la misma raíz de la Fórmula 1. Se hace impensable la existencia del campeonato de monoplazas por excelencia sin la escudería con más solera y más identificada con el automovilismo. No en vano, sólo hay que echar un vistazo a cualquier grada en cualquier Gran Premio y ver que siempre está el rojo entre los colores predominantes. Vayas donde vayas, siempre habrá un ‘tifoso’. Sin Ferrari yo no me creo este deporte.
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