El sexo actúa como una restricción a la variabilidad genómica y epigenética, limitando por tanto la evolución adaptativa. Las distintas razones por las que el sexo reduciría la variabilidad genética (especialmente a nivel genómico) y ralentizaría la evolución serían las mismas que justificarían los altos costes de la reproducción sexual. Esta es la sorprendente conclusión de una revisión publicada en Evolution por Root Gorelick, de la Universidad Carleton (Canadá), y Henry Heng, de la Universidad Estatal Wayne (Estados Unidos).
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