El sexo que los humanos modernos tuvimos con los neandertales no solo nos dejó unos cuantos genes de recuerdo, como ya se ha comprobado. Al parecer, en esos intercambios también viajaron un tipo particular de papilomavirus, curiosamente los más agresivos para nosotros, los que más capacidad tienen para transformar nuestras células en tumorales. Y además, algunos de los genes que nos legaron podrían habernos predispuesto a la infección crónica por estos virus y a los tumores que en ocasiones les siguen.
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