Sergio Oiarzabal murió, el 12 de junio, mientras dormía, en Bilbao. Tenía 36 años. No hay consuelo posible salvo su propia verdad: es un gran poeta. Y como todos los buenos bardos, tenía una cierta levedad, un dolor continuo, un gusto por el significado oculto de las cosas, el alma de un viejo minero que va buscando la pepita del poema en las entrañas de la vida y la muerte....
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