El optimismo transmitido a los mineros desde fuera y la seguridad de que saldrán vivos los distrae de la sensación de peligro. Si alguno falleciera por las condiciones extremas a las que se enfrentan, el golpe psicológico sería fulminante para el resto y aún les queda mucho tiempo de encierro. Agota desafiar al cuerpo, al frío, a la humedad, a la oscuridad. Pero más aún retar a la psique, al alma humana que guarda bajo su manga la mayor de las incógnitas: dónde está su límite.
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