Ayer mi hija me preguntó, “¿De dónde viene la fuerza de la gravedad?” Tiene dos años y medio. Yo le podría haber contestado de muchas maneras sobre este tema –la mayoría de ellas les sería imposible entenderlas- pero la respuesta más profunda y honesta es “No lo sé”. Podría haberle dicho, “La fuerza de la gravedad viene de Dios”. Eso lo único que conseguiría sería callar su inteligencia –y enseñarle a ella a callarla-.
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