El señor Trozo de Mierda cree que el mundo se creó para él.
Nunca pensó en comprometerse con sus padres ni en tener hijos, porque los primeros no le pidieron su opinión para traerlo al mundo y los segundos podrían llegar a exigirle responsabilidades por semejante imprudencia.
El señor Trozo de Mierda no piensa aportar nada, ni dejar nada, ni reflexionar más allá de diez metros de sus siete orificios. El señor Trozo de Mierda está contando en este mismo momento los orificios.
El señor Trozo de Mierda llama leña a los árboles viejos, carne a los animales y tierra a las naciones. Para él no existen fronteras, porque nunca existieron los hombres que crearon lo que las fronteras contienen. Para él no existen las familias porque nadie lo quiere en la suya. Para él todos son prójimos porque nunca amó realmente a nadie.
El señor Trozo de Mierda es un buen cristiano, porque prefiere los esclavos a sus amos. Es un buen ciudadano, porque prefiere los comerciantes a los artistas. Es un buen médico, porque prefiere el pus a la salud.
El señor Trozo de Mierda apesta. Pero ningún narrador debería caer en algo tan obvio.
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Relatos de lo gris. Hans Heinz Ewers.