Si un individuo descalabra a otro y cuando llega la policía se lía a pedradas, destroza el mobiliario urbano, incendia un coche patrulla e intenta hacer lo propio con la mismísima comisaría, casi nadie pondría en duda que su próximo destino debería ser el de la cárcel... Pero no se piensa lo mismo cuando los que realizan estos actos de barbarie son un grupo de personas, y menos aún, cuando este conjunto de individuos son jóvenes pertenecientes a familias acomodadas -”familias de bien”- que no reivindican nada porque nada tienen que reivindicar.
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