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¡Salvad a los perros y al Duque de Monmouth!

Tan conocido como el amor del cardinal Richelieu por los gatos fue el de los Estuardo por los perros spaniel, en especial el del rey Carlos II y su hermano Jacobo II. Su pasión era tal que dio lugar a curiosas anécdotas. En 1682 Jacobo, siendo aún duque de York, navegaba en medio de una terrible tormenta en la que muchos de los marineros perecieron ahogados, y cuentan que en el momento más desesperado se lo oyó gritar: “¡Salvad a los perros y al duque de Monmouth!”.

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