A veces alguien próximo a nosotros muere. Ahora están de moda los tanatorios. Entras y hay un cartel luminoso en el que pone en qué sala se despide a qué persona. Es casi como cuando entras en un aeropuerto y te pone, en fríos números rojos pixelados, que ese vuelo que estás esperando se ha retrasado hora y media. Pero en aquellos casos sabes que el vuelo viene puntual, que no hay manera de escapar de la realidad, que hay algo cierto. Y eso es la muerte.
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