En estas fechas navideñas, mi dilecta madre siempre tiene un encarguito para mí. Tengo que comprar un regalo para su cardiólogo, el hombre en el que más confía en el mundo. Así que, como sé que el galeno es un buen gourmand, llevo ya años recorriéndome vinotecas, tiendas de delikatessen y similares para poder elegir algo original . Y en éstas andaba yo el pasado finde, cuando me dí de bruces con la ya famosa, al menos en Euskadi, sal de Añana.
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