La Sagrada Família se proyectó para brillar en un inmenso espacio diáfano en medio del actual Eixample. En el plan original, la basílica quiso ser como la torre Eiffel: en París, el parque Champ de Mars oxigena la esbelta flecha metálica. En Barcelona, amén de los dos parques laterales a todas luces insuficientes, la vista se torna vertical, inmediata. La ciudad se comió al monumento. Lo rodeó.
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