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Sádicas aventuras de un rollo de papel

En 1784, el misterioso preso encargó que los mejores ebanistas de Francia tallaran unos estuches cilíndricos en la madera más pulida que pudiera encontrarse, y que fueran exactamente de veinte centímetros de largo por dieciséis de circunferencia, el mismo tamaño que su pene erecto. En ellos comenzó a escribir. No existe libro más venenoso en la memoria de los hombres. De una negrura sideral.

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