Francesca Rijks, de 12 años, pasó por facturación con su violín a la espalda sin que nadie le dijera nada, pero en la puerta de embarque le obligaron a dar marcha atrás y comprar un billete de 230 €, si no quería que su instrumento fuera en la bodega, con el consiguiente peligro para la integridad del mismo. Francesca y su familia se bajaron del avión para comprar el billete y perdieron el vuelo. Cogieron el siguiente con EasyJet, que sí que les permitió pasar el violín como equipaje de mano sin ningún problema.
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