Para el Cardenal, “la actual crisis se encuentra enraizada en lo más hondo del hombre y sólo será resoluble si se acude a los recursos de la gracia y al don de Jesucristo Resucitado; en una palabra, si se está dispuesto a la conversión”. Porque “sólo de la conversión moral y religiosa se podrá esperar una solución verdadera, justa y solidaria de los problemas económico-financieros y sociales que nos angustian y nos hacen más difícil vivir con esperanza pascual”.
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