-Tú no me conoces, ¿verdad?-, le dijo Adolfo mientras miraba al espejo. No, repuso extrañado el profesional, que seguía rasurando a su cliente. -¿No recuerdas la cicatriz de la frente?-, le contestó Adolfo con calma. -¿Y porqué habría de hacerlo?-, se mostró asombrado el barbero español, que parado ya, tenía la sospecha de estar dialogando con un lunático. -Porque fuiste tú quien me la hizo.-
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