Al Corte Inglés le han birlado 50 jamones, y de los buenos además, por todo el morro. Si hubiera sido a una humilde charcutería de barrio, sería para menos risa, pero dudo que las cuentas del emporio familiar de Isidoro Álvarez se resientan demasiado. Los autores ni atracaron a punta de pistola, ni se escondieron los suculentos manjares bajo la chaqueta, sino que lo pidieron amablemente a los empleados del local y se lo llevaron por la filosa, como si nada.
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