La última perla del nini Casado ha sido soltar en un mitin que hay que decidirse entre estar con "Felipe El Preparao" o Puigdemont. A ello se suma el baile de mociones a favor y en contra de la monarquía en parlamentos autonómicos y ayuntamientos. Los independentistas votan en contra y los "constitucionalistas" a favor. Algo parecido ha pasado con el tema de los toros, donde unos han condenado la salvajada de la muerte a cámara lenta del animal en las plazas, pero han apoyado la burrada de los correbous, y viceversa.
Es una anomalía de este país identificar la patria con lo más casposo, rancio, arcaico y anacrónico. El nini Casado lo ha hecho hoy, soltando la falacia superlativa de que, si quieres al país, tienes que aceptar a una familia de parásitos repuestos por Franco en la Jefatura del Estado, y no puedes querer que España siga unida pero con un Jefe de Estado democráticamente electo. Me temo que es algo heredado del franquismo, que durante 40 años identificó la esencia del país con sus peores males: ignorancia, fanatismo, autoritarismo, salvajismo, pensamiento único, sumisión a un orden tan injusto como petrificado y eterno atraso en todos los aspectos.
¿Qué pasaría si una mayoría social entendiese que el mejor favor que podemos hacer al país es separar su imagen de toda esa basura? ¿Y si invitásemos a todos los ciudadanos de todos los territorios a elegir juntos a un nuevo Jefe de Estado, pudiendo serlo cualquier catalán, vasco o murciano si tiene los votos suficientes? ¿Qué pasaría si ofreciésemos a los territorios que tienen dudas sobre abandonar el barco, un país moderno, libre de sus viejos lastres y cadenas, decidido a avanzar hacia un futuro de igualdad, transparencia, democracia, pluralismo y justicia social? Posiblemente, serían muy pocos los que quisieran irse. Porque a día de hoy son minoría los que añoran la primera mitad del siglo XX, y mayoría los que queremos romper el horizonte del siglo XXI.