En 2005 el tebeo Esther y su mundo, que yo leía de pequeña, fue reeditado. Provocó tal fenómeno de nostalgia que llevó a la publicación de otra serie, titulada Las nuevas aventuras de Esther. Gracias a internet, descubrí que había una multitud que, como yo, había seguido las vicisitudes adolescentes de este personaje, bien en los cómics homónimos o dentro de la revista Lily, además de compartir la afición por otras publicaciones de historietas “para chicas”, entre las década de los años 70 y 80.
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