Minoru Honda fue uno de los mejores pilotos de caza de Japón. Siempre fue muy crítico con la mentalidad de los militares japoneses. Creía que la cultura del sacrificio en la que eran educados era una carga que les empujaba a asumir riesgos inútiles. En 1944 tuvo que instruir a pilotos novatos asignados a ataques kamikaze. Fue una tarea que sin duda aumentó su odio hacia la oficialidad japonesa, un odio que ya sentía antes del comienzo de las misiones kamikaze. El origen de su rencor estaba en una situación absurda que había vivido un año antes.
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