[...]Una vez dentro procedimos a documentar la vida tan miserable a la que estos animales habían sido condenados y a preparar su traslado. Encerrados permanentemente sin poder correr, jugar, explorar su entorno o relacionarse con otros varios de ellos presentaban además llagas en sus cuerpos –como evidencian las imágenes que grabamos esa noche– debido a que tenían que dormir en pleno invierno en contacto directo con el frío suelo de cemento cubierto de sus propias heces y orina.
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