Que venga, que se fotografíe con sangre de animales que ha matado, que enseñe sus pobres orejas cortadas, que perpetre un espectáculo de testosterona primitiva, que recuerde al mundo la condición salvaje del ser humano, que festeje con la agonía de esos pobres toros, condenados inútilmente, víctimas del gusto por la barbarie. Que venga hasta que la decencia, el respeto a los animales, y el sentido de justicia, triunfe por encima del gusto a la muerte.
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